La indignación me consume. El pasado 10 de julio, un lamentable y condenable suceso sacudió Torre-Pacheco: un anciano fue brutalmente agredido por un joven, con la complicidad de otros dos. Un hecho aislado, sí, pero absolutamente detestable. La justicia, como debe ser, actuó con celeridad, deteniendo cuatro días después, el 14 de julio, al presunto agresor. Fin del suceso, debería ser. Pero no. Para algunos, la barbarie ajena siempre es una oportunidad.
Lo que no es aislado es el aprovechamiento descarado de la tragedia para sembrar el odio. Apenas un día después del incidente, el líder de VOX en la Región de Murcia, Miguel Ángel Antelo, puso a trabajar la maquinaria del odio y se erigió en portavoz de la xenofobia, utilizando este condenable acto como el perfecto trampolín para relanzar el ya conocido discurso fascista de su partido. «Quien esté de manera ilegal, se va; quien delinca, se va; y quien no se adapte, se va; y esto es así…» sentenció con una frialdad y una rotundidad que hielan la sangre.
La Doble Vara de la «Ley» y el Peligroso Discurso de la «No Adaptación»
Estas palabras no solo me indignan, me preocupan profundamente. Antelo, con su «quien delinca, se va», parece abogar por una justicia selectiva, por una flagrante doble vara de medir. Si los inmigrantes «nos valen» para trabajar, a menudo en condiciones de precariedad y, sí, de irregularidad laboral que nadie parece querer atajar (un problema que conozco bien pues me crié en Torre-Pacheco y vi cómo vivían muchos en casetas de riego, explotados y sin que a nadie le importara un bledo la ley que se estaba defraudando), entonces también deben ser juzgados y, si es el caso, cumplir sus penas aquí, bajo nuestras leyes, como cualquier otro ciudadano. El sistema penal español es para todos. ¿O acaso los delitos de unos son más graves que los de otros, o requieren una «solución» diferente, simplemente por su origen? ¿Por qué un empresario que explota a un trabajador inmigrante de forma ilegal no «se va», pero sí el inmigrante que delinque? Ahí es donde su discurso se desmorona y revela su verdadero sesgo.
Pero la frase que más me eriza la piel es: «quien no se adapte, se va». Aquí reside el verdadero peligro, la esencia más pura de un discurso totalitario. ¿A qué se tienen que adaptar? ¿Quién define qué es «adaptarse»? ¿Es una adaptación a la ley, a la cultura, a la ideología, al pensamiento único?
El «razonamiento» de VOX no es un argumento estadístico, ni está basado en datos. Es una simplificación brutal de problemas complejos, un llamamiento a la criminalización generalizada de un colectivo. Se toma un hecho aislado y se le convierte en la excusa perfecta para promover la violencia en todos sus sentidos, para apelar al miedo y para consolidar una peligrosa dicotomía de «nosotros vs. ellos», defendiendo un supuesto «orden» que solo puede construirse desde el autoritarismo.
La historia, lamentablemente, está llena de ejemplos de esta peligrosa retórica:
- La Alemania Nazi: El régimen nazi no solo persiguió a los judíos, sino a cualquiera que no «se adaptara» a la ideología aria dominante: comunistas, gitanos, homosexuales, personas con discapacidad. La «adaptación» significaba la adhesión incondicional a los principios del partido. Puedes leer más sobre las víctimas del nazismo aquí: Victims of Nazi Germany – Wikipedia o The Nazi Persecution of Black People in Germany | Holocaust Encyclopedia.
- Las leyes de Jim Crow en Estados Unidos: Estas leyes, que impusieron la segregación racial, obligaban a la población afroamericana a «adaptarse» a un sistema de inferioridad y exclusión, limitando sus derechos y su libertad de acción en nombre de la «armonía social» o la «tradición». Más información en: Jim Crow Laws – Separate Is Not Equal – National Museum of American History.
- Regímenes totalitarios de la Guerra Fría (ej. Unión Soviética de Stalin, China de Mao): En la Unión Soviética o la China de Mao, la «no adaptación» al ideario comunista (disidencia política, expresión artística «desviada», prácticas religiosas no aprobadas) conllevaba persecución, ostracismo social, reeducación forzada o incluso la muerte. Puedes explorar ejemplos de regímenes totalitarios aquí: Totalitarianism | Definition, Characteristics, Examples, & Facts – Britannica.
- La limpieza étnica en los Balcanes: Durante las guerras yugoslavas, la «no adaptación» a la identidad étnica o religiosa mayoritaria en ciertas regiones llevó a la expulsión forzada, la violencia e incluso el genocidio. Más detalles sobre este oscuro período: Ethnic cleansing in the Bosnian War – Wikipedia o The Bosnian Genocide – Musée de l’Holocauste Montréal.
En todos estos casos, «adaptarse» no era un proceso de integración mutua, sino una demanda de asimilación total, de abandono de la identidad cultural, religiosa o ideológica propia en favor de la impuesta por el poder.
La Trágica Consecuencia: Cacerías y Linchamientos en Torre-Pacheco
El discurso de Antelo no fue otra cosa que una llamada a la acción para los grupos de ultraderecha. Trágicamente, auspiciados por discursos como el de VOX y la incitación al odio, durante una semana se sucedieron actos violentos y disturbios en Torre-Pacheco. Movimientos de ultra derecha como «Deport Them Now» o «Desokupa» promovieron abiertamente lo que ellos mismos denominaron «cacerías» de inmigrantes.
El resultado fue espantoso. Entre los disturbios, se produjo, entre otros actos, el linchamiento de un joven, una víctima de la irracionalidad que germina cuando se riega el odio. Además, los radicales destrozaron un establecimiento de Kebab propiedad de ciudadanos magrebíes, otro acto de violencia indiscriminada que atacaba a personas trabajadoras y sus medios de vida, solo por su origen. Estas son las consecuencias directas de un discurso que criminaliza y señala. No son «incidentes», son ataques xenófobos incitados por quienes deberían velar por la convivencia.
¿Y si el que no se adapta soy yo?
Este es el punto que me hace temblar y por el que decido alzar la voz en alacontra.blog. Si hoy es el inmigrante «ilegal», el «delincuente», o el que «no se adapta» quien debe irse, ¿qué pasaría si las normas que quisieran imponerme a mí, como ciudadano español, por un partido fascista y xenófobo como este, fuesen culturales, ideológicas, religiosas, de comportamiento o de expresión?
¿Qué pasaría si esas «normas» fueran tener una fe concreta, o no criticar ciertas políticas, o no expresar libremente mi pensamiento? Si yo no quisiera «adaptarme» a esas imposiciones, ¿qué me sucedería?
Las consecuencias serían devastadoras: la pérdida de mis derechos fundamentales como ciudadano, la estigmatización por parte de otros (al ser señalado como «no adaptado», como «el diferente»), y, en última instancia, la exclusión social. Este es el camino que pavimentan discursos como el de Miguel Ángel Antelo. Es un camino resbaladizo que, históricamente, ha llevado a la persecución de minorías, la supresión de la disidencia y la erosión de las libertades individuales.
Alerta, una reflexión urgente
Lo que hemos vivido estos días en Torre-Pacheco no es un incidente aislado. Es un síntoma de un veneno que se extiende, de discursos de odio que buscan dividir y enfrentar. Es crucial que, como sociedad, lancemos una alerta clara y una reflexión profunda.
A aquellos que se sientan tentados por la simplicidad de estos discursos, por la falsa promesa de soluciones fáciles a problemas complejos, les pido que miren más allá del titular, más allá de la rabia momentánea. Que cuestionen quién se beneficia de la división, quién gana con el miedo y quién está dispuesto a pisotear los derechos de unos hoy para, quizás, pisotear los de otros (incluidos los nuestros) mañana.
La verdadera «adaptación» se construye con respeto mutuo, con convivencia y con el cumplimiento de las leyes por parte de todos, no solo de aquellos a quienes se quiere señalar. Nuestra fortaleza como sociedad reside en nuestra diversidad y en la defensa innegociable de los derechos humanos para cada individuo.
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